Man in the Dark


Man in the Dark.
Paul Auster, 2008, New York, Henry Holt.   


“I am alone in the dark, turning the world around in my head as I struggle through another bout of insomnia, another white night in the great American Wilderness.”

Estoy solo en la oscuridad, dándole vueltas al mundo en la cabeza mientras paso otra noche de insomnio, otra noche en blanco en la gran desolación americana.”
En la traducción española de Anagrama

Con estas demoledoras líneas comienza esta novela de Paul Auster. El párrafo inicial nos adelanta una historia de sufrimiento, miedos y búsqueda de redención de los tres miembros de una familia que, tocados todos por la desgracia, exploran diferentes formas de sobrellevar la carga que con más pena que gloria arrastran. A través de estos personajes, de su sufrimiento y de sus mecanismos de defensa, Auster va a explorar la creación literaria desde diferentes puntos de vista.

August Brill, 72 años de edad, viudo e insomne. Un crítico literario que durante su vida ha amado, engañado, escrito y bebido con pasión y que en su recta final se encuentra viviendo, casi inválido con su hija divorciada (Miriam), y su nieta, que llora con el corazón roto (Katya).
August combate el insomnio, la soledad y la pena por el fallecimiento de su esposa inventando historias. Al apagar la luz de su dormitorio se lanza desesperadamente hacia la puerta de otra dimensión que le lleve lejos de sus pensamientos, lejos de su amada Sonia. Una realidad paralela en la que América vive una segunda guerra civil, explora un país en el que las torres gemelas siguen en pie, una realidad surgida de una revolución provocada por el escándalo electoral del 2.000, revolución que nunca ocurrió. Sólo algunos recuerdos de juventud del creador de esta dimensión endulzan un brutal escenario que tortuosamente lleva a Owen Brick a la destrucción, un hombre corriente con unos principios morales claros destrozado por un reflejo salvaje de la violencia en nuestro mundo.
August es un creador de historias, crea una historia dentro de otra historia. El rol del hacedor que busca involucrarse dentro de sus fantasías, como un modo de escapar de sus miedos, como un modo de seguir adelante con su tormentosa existencia. Auster crea un personaje que a su vez crea personajes, la motivación del proceso creativo es un instinto de supervivencia que no deja alternativa al escritor, una necesidad para conseguir que las noches sean un poco más cortas, y la oscuridad en la que está inmerso sea un poco menos lúgubre.

Miriam, hija de August, es una mujer divorciada que a la fuerza se ha tenido que convertir en la cabeza de familia. En su casa acoge a su padre y a su hija, la matriarca del clan, que en el fondo necesita esa responsabilidad para no ser engullida por la infinita soledad que invade su hogar. Soledad e insulsez que lo abarcan todo en su vida, y de las que ella lucha por deshacerse. Esta autora de biografías se agarra a la vida de Rose Hawthorne, hija del famoso padre de “La Letra Escarlata”, para dar un vuelco a la suya propia. Encuentra en Rose una historia de superación, de conversión, el ejemplo de una mujer que transforma su monótona existencia en algo con significado, algo que le empuja a levantarse cada mañana. Es por ello que Miriam persigue escribir esta historia, y busca la aprobación de su padre, crítico literario, aprobación en el texto, que para ella significa algo mucho más importante, el espoleo necesario para seguir el camino catártico que ha iniciado y que le permita dejar atrás esa oscuridad en la que cada miembro de la familia se encuentra envuelto. Otro matiz de la sombra que el propio Auster proyecta sobre los personajes de esta novela. Esta vez la creación del producto literario aparece no como una vía de escape, sino como un fin en sí, no es una manera de pasar las tortuosas horas de vacío existencial, es el producto final el que puede llenar ese vacío. Su obra puede culminar con éxito el doloroso camino que ha iniciado.

Katya por su parte, yace con el corazón roto. Un mal del que se puede morir, según explica August al rememorar la dolorosa historia de su hermana. Katya sufre por la pérdida de su amado Titus, muerto brutalmente en Iraq, muerte que le atormenta, le hace sentir culpable y no le permite seguir con su vida normal. Lleva meses en pijama viendo películas con su abuelo y las imágenes del brutal asesinato de Titus, que como acto de contrición se sintió obligada a ver, no le abandonan ni un segundo. Es por ello que no puede dejar de visionar otras imágenes, todo tipo de películas, sólo el continuo pasaje de fotogramas ante sus ojos le hace olvidarse momentáneamente de la brutal ejecución que con fuego quedó grabada en sus pupilas. Katya abandonó la escuela de cine para encerrarse en casa de su madre, y los únicos momentos de lucidez de los que puede disfrutar aparecen en las conversaciones que con su abuelo tiene de cine. Desarrolla teorías sobre el lenguaje cinematográfico, consigue poner algo de orden dentro de su vida. Frente al vacío emocional consigue imponer la cordura metalingüística, el tercer reflejo del omnipresente Auster, un tercer destello de su personalidad expuesto en esta joven de 20 años. Cómo el lenguaje devuelve la cordura, cómo el elemento lingüístico pasando del mito al logos, da coherencia y vertebra una realidad que sin este metalenguaje estaría en el fondo vacía, como el corazón de Katya.

El proceso creativo, el producto literario y los mecanismos intelectuales que motivan al autor son analizados por estos tres personajes que desde la oscuridad de su hogar en Vermont ayudan a Auster a transmitir su particular tributo a su profesión. Las tres patas que sustentan la psique del autor y que le ayudan a seguir adelante en una vida plagada de frustraciones y obstáculos. Procesos que ayudan a los personajes a conseguir su particular catarsis y que hacen que la novela acabe con un tono positivo y esperanzador. Al final, los miembros de la familia se tienen los unos a los otros y cuando llega la mañana descorren las cortinas y la luz lo invade todo, la oscuridad ha quedado atrás y pueden volverlo a intentar.

Tras esto, Auster nos deja con una novela llena de imágenes que exponen muchas de las miserias de la existencia humana, imágenes muy duras que dejan a sus protagonistas indefensos en algunas ocasiones, a merced de lo que el salvaje mundo quiera disponer de ellos. Pese a todo se destila un delicioso positivismo marca de la casa que nos reconcilia con la realidad que hemos de vivir y que nos reconforta y nos envuelve en su metáfora final, cuando las cortinas dejan pasar la luz, y toca mirar a los ojos al nuevo día.

As the weird world rolls on.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Vidas modernas

Sueños de gloria.

Cocido de Pascua.