Il ballerino

 

Me traen mi café

la calle abarrotada de personas paseando

niños, mayores, ancianos, cada uno inmerso

en las pequeñeces de su existencia 

como yo.

A unos metros un tipo con muletas

se sienta en la acera

se remanga los pantalones, enseña las piernas

las pantorrillas demacradas, las rodillas deformes

como un flamenco pienso

pero más sucio, más repugnante.

Coloca un vasito de plástico delante

sudando, bajo el sol de la tarde siciliana

que huele a pescado, a tierra y a desconcierto

y abre una cerveza, le da un trago y la cierra.

Pasan unos jóvenes, ruidosos

gritan a unas chicas

él les echa una sonrisa, estira el vasito

pero ellos ni le miran, pasan de largo

mientras sigue sonriendo, les observa alejarse

y otro trago de cerveza

Saca unos auriculares, se los coloca

los conecta a su teléfono

y empieza a bailar

mueve los brazos, los hombros, las caderas

y sonríe, mirando a los que pasan

alguna moneda cae en el vasito

hace un gesto con la cabeza

y otro trago de cerveza.

Y termino mi café

abandono la protección de la sombrilla

comienzo a andar, me acerco a él

saco unas monedas y las echo en el vasito

y él me mira y me sonríe y asiente agradecido

mientras no para de bailar

y sus ojos azules luminosos me atraviesan

me ponen en evidencia

y sonríe

y no para de bailar.

Y entonces sigo andando 

y me alejo, me pierdo entre las calles

me resguardo en el precepto de mi vida rutinaria

y mientras tanto me pregunto si algún día 

si quizás alguna vez

podré yo también bailar

bajo el sol de la tarde de Palermo.


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